viernes, 28 de septiembre de 2012

IV. Foz do Iguaçú



Mis 90 días de estadía en Brasil se vencerían el día 23 de Septiembre y la entrega de mi trabajo de grado fue el día 21 de ese mes, por lo cual no contaba con tiempo suficiente para pedalear hasta alguna frontera para renovar mi permiso de estadía en este país (serían al menos 450 Km hasta la frontera más próxima, lo que se traduce en 5 días de pedal). Realmente no es aconsejable ganarse una multa por sobrepasar el permiso de estadía concedido al entrar en cualquier país. Por esta razón decidí viajar en bus hasta Foz do Iguaçú, ciudad brasileña del Estado de Paraná que hace frontera con Paraguay (Ciudad del Este) y Argentina (Puerto Iguazú) ya que era la frontera que por su ubicación más me favorecía en mi retorno a Colombia. 

El viaje en bus desde Lajeado hasta Foz dura unas 14 horas. Como anécdota de este trayecto, me salvé de ser asaltado. Dos horas después de comenzar el viaje, el bus paró en un restaurante para que los pasajeros cenaran. Había comprado una bananas y galletas para el camino y también había comido bien antes de ir a la terminal de buses de Lajeado, por lo cual no tenía hambre. Sin embargo, tuve intención de bajar del bus para estirar un poco mis piernas e ir al baño del restaurante. En el momento en que me decidí a bajar del bus, a través de la ventana vi como tres hombres encapuchados y armados entraban en el restaurante para asaltarlo. Varios de los pasajeros del bus que habían entrado en el restaurante corrieron con la misma suerte, perdiendo el dinero y documentos que llevaban consigo. Me quedé perplejo en mi silla presenciando este repudiable acto (escondí el dinero y documentos que llevaba conmigo en caso de que los bandidos decidiesen subir al bus en busca de aumentar la cuantía de su botín). Todo pasó en menos de tres minutos. Para fortuna mía y de los otros pasajeros que permanecimos en el bus, el objetivo principal de los ladrones era asaltar apenas el restaurante. Sin más contratiempos durante el viaje, llegué a la ciudad de Foz do Iguaçú en la tarde del domingo 23 de septiembre. 

Ya en el terminal de Foz armé mi bicicleta y me dirigí al Puente de la Amistad en la frontera entre Brasil y Paraguay para sellar en el pasaporte mi salida de Brasil y solicitar más días para estar en este país y así iniciar mi viaje en bicicleta. Fui atendido con gran diligencia en los puestos de inmigración brasileños y me fueron concedidos otros 90 días de permiso. Ya había visitado Foz de Iguaçú en una ocasión anterior, sin embargo no conocía el lado brasileño de las Cataratas do Iguaçú y tampoco la hidroeléctrica binacional de Itaipú. Además de estos dos puntos turísticos, el lado argentino de las cataratas y el Parque de las Aves (en Brasil) son otros bellos lugares a visitar (estos lugares los conocí en la anterior visita que comenté). 

Después de realizar el trámite migratorio, volví a la terminal de buses en busca de información sobre un lugar para acampar. Necesitaba un lugar para pasar apenas una noche pues al día siguiente me iría a quedar en la casa de Fábio Silva, cicloturista que contacté en internet por medio de la red warmshowers. Me fue sugerido el albergue nocturno, lugar mantenido por la Alcaldía de la ciudad. Expliqué mi situación en el albergue y me fue permitido pasar la noche allí. Estaba ansioso por que el día siguiente llegase, pues era en este día que conocería el lado brasileño de las cataratas. 

Salí del albergue temprano en la mañana, busqué un mercado para comprar comida para el día y también un local de acceso a Internet para hablar con mi familia. Hecho esto, pedaleé rumbo a las cataratas. Luego de unos Km, llegué al anhelado lugar. Pasé toda la tarde contemplando la imponencia y belleza de las cataratas. Sin duda, fue una experiencia increíble conocer esta maravilla de la naturaleza. Después de ese inolvidable día fui a la casa de Fábio, quien me recibió con mucha amabilidad (Muchas gracias Fábio por tu gran hospitalidad!).

En principio pensaba quedarme 4 días en Foz, sin embargo terminé quedándome más de lo planeado aprovechando para conseguir algunas cosas que me faltaban para el viaje, conocer un poco más la ciudad y su cultura ciclística y también para hacer este Blog. 

En mi estadía en Foz, durante un ciclopaseo nocturno por la ciudad conocí una familia (conformada por papá, mamá y tres hijos de 6, 8 y 10 años) y una pareja de cicloturistas, todos franceses, quienes se encontraron en Bolivia y que decidieron pedalear juntos hasta las Foz do Iguaçú (en donde tomarían rumbos diferentes). Realmente fue muy gratificante conocer estos europeos realizando semejante aventura en el comienzo de mi travesía. Quien desee saber más sobre los viajes de estos personajes, acá estos las direcciones de los Blog de cada unos de estos viajes: 

Blog familia cicloturista (http://a.chacun.son.chemin.over-blog.com/)

Blog pareja cicloturista (http://makeitgreen.fr/)

En compañía de los cicloturistas franceses y de Odete Bozetto (miembro de la red warmshowers que los acogió en su casa), visité nuevamente la cataratas (esta vez gratis) aprovechando la maratón internacional de Foz do Iguaçú que se realizó el domingo 30 de septiembre y cuyo punto de llegada era este lugar (gracias por la invitación Odete!). 

También presencié el espectáculo nocturno de luces de la hidroeléctrica de Itaipú, evento bastante simple pero que valió la pena gracias a la compañía de Fábio, Cristina (amiga de Fábio) y los cicloturistas franceses.

Bueno, esta es una pequeña síntesis de mi pasada por Foz do Iguaçú, ciudad de las Cataratas.

Mi primer destino al salir de Foz es la ciudad de Campo Grande, capital del Estado brasileño de Mato Grosso do Sul. Esta ciudad queda a 720 Km de de Foz (entre 6 y 8 días de pedal). En el siguiente relato les contaré como me fue en este trayecto.

III. Rio Grande do Sul Tchê!



Embora este Blog esteja escrito em espanhol, não podia deixar de homenagear em algum dos meus relatos à belíssima língua portuguesa e as grandes amizades que fiz no Rio Grande do Sul, maravilhosa terra onde aprendi este idioma. De antemão apresento minhas desculpas caso este relato apresente erros de português (postei ele sem mostrá-lo a algum falante nativo desta língua para que o o corrigisse). Bueno, sem mais introduções, vamos lá ao relato: 

Na minha estadia no Rio de Janeiro perguntei para o meu amigo Paulo Daltoé (quem conheci no intercambio que cursei na Univates) se tinha algum conhecido ou familiar na capital gaúcha onde eu pudesse pernoitar após chegar no aeroporto Salgado Filho. Ele me disse que tinha uns familiares dele que moravam nessa cidade e amavelmente entrou em contato com eles para que me acolhessem. Após 9 dias de viagem desde Bogotá, cheguei no aeroporto porto alegrense na noite da quinta-feira 5 de Julho em meio a uma incessante chuva. Assim que desci do avião, liguei para a Madalena Dullius (amiga de quem vou falar mais adiante), quem viajava nessa noite para participar em um evento acadêmico na Coreia do Sul. Fiz essa ligação para ver se ia ser possível nos cumprimentar antes da sua partida. Infelizmente, ela ainda demorar um pouco, pelo qual dei apenas um oi para ela e continuei meu caminho. Feita a ligação, mais uma vez armei a minha bicicleta e coloquei acima dela minha bagagem. Desta vez, tive que utilizar a roupa de chuva que levo junto. Com endereço em mão, liguei as luzes da bicicleta e peguei a estrada rumo à casa em que iria dormir essa noite, local onde fui extremamente bem atendido. Durante o percurso peguei alguns buracos que não dava para enxergar pela chuva e quebrei o bagageiro da bicicleta, fato do qual me dei conta só na manhã do dia seguinte.

Meu plano era ir de bicicleta desde Porto Alegre até Lajeado na sexta-feira 6 de Julho, porém, a chuva não parou. Preferi então pegar um ônibus a pedalar 120 Km sob a água. Aliás, na pedalada até a rodoviária me dei conta que o bagageiro não estava em condições de suportar semelhante distância. 

Durante a viagem de ônibus, um monte de lembranças do ano que morei em Lajeado viram a minha mente. Sem dúvida, esta experiência foi uma das melhores da minha vida. 

Uma vez na rodoviária de Lajeado, peguei minha bicicleta e fui até a Univates para cumprimentar a Viviane Bischoff, coordenadora do escritório de intercambio desta instituição. Se não fosse por ela e sua equipe de trabalho, seguramente a realização dos sonhos de todos aqueles ansiosos por conhecer outras realidades a través da acadêmia não seria possível. Ela me entregou a chave de uma casa a faculdade tem para os estudantes que vêm de outros países, lugar onde passei alguns dias preparando uma apresentação preliminar do meu TCC. Para minha surpresa, em horas da tarde foi publicada uma nota no site da Univates comentando sobre minha chegada em Lajeado, o motivo da minha vinda e como foi a viagem desde Bogotá (confira a nota neste enlace). Foi muito legal este recebimento, obrigado Viviane! 

Os dias prévios à apresentação passaram em meio de estudos, reencontros com amigos e pedaladas pela região. A apresentação ocorreu com sucesso e nela recebi sugestões sobre como deveria progredir com o trabalho, tendo agora que por na prática aquilo que tinha pesquisado. 

A amiga que comentei no começo é uma professora da Univates, coordenadora de um projeto de pesquisa do qual fui bolsista durante um semestre. Além de uma boa amizade com ela, na minha experiência como bolsista fizemos uma ótima equipe de trabalho, a partir da qual escrevemos dois artigos para eventos acadêmicos internacionais, sendo um deles na capital da Colômbia. O evento levou a nos encontrar de novo na minha terra natal. Na visita dela e Volmir (seu esposo) na minha casa em Bogotá, muito amavelmente me ofereceram a casa deles no Brasil caso eu precisa-se de um local para ficar enquanto dava conclusão ao TCC. 

Após fazer a apresentação preliminar do TCC decidi sair da casa em que estava e aproveitar para compartilhar com a família da professora enquanto concluía meu trabalho. Instalado na nova casa, foram poucos os dias para me sentir mais um membro da família. Graças a minha estadia na casa Dullius, conto agora com mais três irmãos (Júlia, Artur e Bruno) e também vários amigos, parentes e próximos da família. 

De volta na rotina de estudar, pedalar e conviver com minha nova família, dei conclusão ao meu TCC em mais ou menos dois meses. Fruto deste trabalho e mais seis anos de estudo, obtive um resultado muito satisfatório: me formei no dia 28 de Setembro (na minha faculdade na Colômbia) como Licenciado em Eletrônica. Não assisti a minha cerimonia de formatura devido a esta viagem de bicicleta que decidi fazer, porém, o meu diploma foi entregue aos meus pais nesse evento. 

Devido aos dias que estive em Lajeado e que nesta ocasião vim ao Brasil como turista e não como estudante, meu prazo no passaporte chegou ao fim. Por esta razão, peguei um ônibus desde Lajeado rumo a Foz do Iguaçú, fronteira de maior conveniência para meu retorno de bicicleta à Colômbia, onde carimbei minha saída do Brasil e obtive mais 90 dias no passaporte para continuar a minha viagem. 

Termina aqui o relato (muito resumido) da minha estadia no Rio Grande do Sul, no entanto, ainda quero aproveitar esta publicação no Blog para alguns agradecimentos. 

Devo comentar que dizer MUITO OBRIGADO é pouco demais para expressar o imenso sentimento de agradecimento que tenho para a Madalena Dullius e a sua família. Nunca imaginei que aquilo que começou com uma entrevista para concorrer em uma bolsa de pesquisa tivesse terminado em uma experiência tão maravilhosa. 

Quero fazer uma menção especial para o meu amigo Elton de Andrade e sua família, os quais nunca deixam na mão um irmão colombiano. Gracias embajador! 

Obrigado também ao Kleber, quem fez o bagageiro dianteiro para minha viagem 

Entre as pedaladas memoráveis, destaco as que fiz em companhia de: 

  • Paulo Daltoé, com quem aprendi um pouco sobre bicicross 
  • Mariela Portz, apaixonada por corridas de aventura 
  • Indianara Gonçálves, prima da Mariela Portz. 
  • Jean Carlo Hansen, da equipe de corrida de aventura Adrennon 
  • Claiton Ketzer e Luiza Schwab, casal de ciclistas que me convidou para uma ótima pedalada desde Santa Cruz do Sul até a Lagoa da Harmonia em Teutônia. 
  • Galera do grupo Randonax, que acompanhou o passeio até a Lagoa da Harmonia. 
  • Galera do Grupo Pedalajeado (Roni Kummer, Daniel Scartezini e demais), com quem fiz vários passeios de bicicleta noturnos até Colinas 
  • Artur Dullius e Afonso Dresch, que me levaram a conhecer um pouco mais de Cruzeiro do Sul 
  • Madalena Dullius, em um inesquecível passeio noturno de lua cheia 
Por ultimo, quero dar um especial obrigado a todas as pessoas que também fizeram parte desta nova experiência no Rio Grande do Sul, entre elas: 

Rodrigo Wolff Porto, Eduardo Senhem, Cirilo Polidoro, Eric de Quadros, Augusto Lieberknecht, Anderson Giacamolli, Vandro Weber, Daine Weschenfelder, Candida Erthal, Elizete de Azevedo, Clara Darde, Ricardo Comel, Eduardo Pires, Cassiano Pittol, Bruno Zanatta e os estudantes de intercambio da Colômbia e Portugal. 

II. Rodando en la capital de la Samba



El vuelo desde Manaus hasta Rio de Janeiro demoró casi cinco horas, en las cuales no descansé muy bien pues escogí un asiento localizado al final del avión, el cual no se podía reclinar (sin duda, aprendí la lección a la hora de escoger el asiento). Mi vuelo arribó a las nueve de la mañana. Una vez en el aeropuerto Galeão (Rio cuenta con dos aeropuertos), y como ya era de costumbre, pedí un mapa de la ciudad en el punto de informaciones turísticas, armé mi bicicleta, puse encima de ella mi equipaje y comencé a pedalear. Ya había visitado la capital Carioca hacía un tiempo pero no había andado en bicicleta en ella, por lo cual estaba muy emocionado.

Mi destino al salir del aeropuerto era el apartamento en donde vive una persona del sur de Brasil (Roger Brinkmann) que se había mudado a Rio de Janeiro, a quien contacté gracias a un gran amigo que hice durante mi intercambio en Univates (gracias por el contacto Bruno Zanatta). Antes de salir de Colombia, le escribí a Roger sobre mi deseo de pasar unos días en esa ciudad y que estaba buscando un lugar para colocar mi aislante térmico en el suelo, un baño, y un espacio para dejar mi bicicleta y equipaje durante los días de mi visita. Para tener una idea de lo que cuesta pasar unos días en Rio, una noche en un Hostal cuesta entre R$20 y R$30 (en temporada baja, claro). Al enterarse del motivo de mi viaje y de que pensaba pedalear desde Brasil hasta Colombia, Roger consultó con otro colega (Marlos Abbati) con quien dividía el arriendo del apartamento. Los dos, muy amablemente, aceptaron acogerme durante esos días.

Cuando se sale del aeropuerto Galeão se entra en una autopista llamada Linha Vermelha (línea roja en español), la cual tiene un flujo considerable de autos y camiones que transitan a no menos de 100 Km/h. Debo confesar que al principio me sentí intimidado con esta autopista, en la cual no es permitido el tránsito de ciclistas, pero que es la única vía que comunica la ciudad de Rio con este aeropuerto. No habiendo otra opción, entré en la Linha Vermelha rumbo al apartamento de Roger y Marlos. Preguntando y guiándome en el mapa, llegué en horas de la tarde a mi destino, en donde fui recibido por Roger. Ya instalado en el apartamento, descansé durante el resto de la tarde pues tenía pensado dar una vuelta en bicicleta por los puntos turísticos de la ciudad al día siguiente.

Finalmente había llegado el día de rodar en la Cidade Maravilhosa. El día anterior le había quitado todo el equipaje a mi bicicleta, dejándola apenas con dos pequeños porta accesorios y las caramañolas. Me puse mi camisa de ciclismo de Bogotá, la cual había ganado recientemente en una competencia de ciclomontañismo representando a mi Universidad y comencé el trayecto. El primer punto a visitar era el mítico estadio Maracanã, el cual está en reformas y que será donde se jugará la final del mundial de fútbol de 2014. Después de unas fotos en frente del estadio, el siguiente punto era la famosa estatua del Cristo Redentor (en Bogotá también hay un monumento semejante, la Virgen de Guadalupe). Se venía en frente una gran subida. Afortunadamente, los entrenamientos en Bogotá subiendo al Alto de Patios y a la Virgen de Guadalupe fueron de gran ayuda. Al cabo de unos kilómetros subiendo llegué al mirador Dona Marta, en donde se puede apreciar una vista de postal de la ciudad Carioca. Retomando la subida, después de unos minutos se llega a la estatua del Cristo Redentor donde la vista es también espectacular. El valor del ingreso es bastante caro (unos R$ 30) y decido no entrar (ya había pagado ese ingreso en mi anterior visita a Rio).

La montaña del Cristo Redentor hace parte del Parque Nacional Barra da Tijuca. En este parque se encuentran otros puntos turísticos de la ciudad, rutas de escalada en roca, pequeñas cascadas y más miradores para apreciar la ciudad, entre otros. Me dirigía ahora hacía la Vista China. Unos metros después del Cristo me encontré con unas personas que estaban escalando, me acerqué a ellas y pregunté si podía subir una vez. Ante la respuesta afirmativa que recibí, no desaproveché la oportunidad. Continué con mi camino, esta vez en terreno plano y también descendiendo. Después de unos kilómetros, me encontré con otro ciclista (Romeu Fachin), a quien le pregunté como llegar a la Vista China pues se me hizo raro no ver ningún aviso indicando hacia donde ir. Él me dio las indicaciones y me explicó en el mapa que me había salido del trayecto que había planeado en una bifurcación. Decidí corregir mi camino y aprovechando que Romeu iba en el mismo sentido que yo, ya no estaba pedaleando solo. En la pedaleada le conté un poco sobre mi viaje. Después de repetir los kilómetros que había descendido (esta vez en sentido contrario) comenzaba un gran descenso hasta el barrio Alto da Boa Vista, donde fui invitado a almorzar por mi colega ciclista. Después de retomar energía y con las indicaciones de como seguir mi trayecto, me despedí de Romeu, quien ya iba para su casa, y continué mi pedaleada.

Finalmente llegué a la Vista China, en donde hice una pequeña parada y continué rumbo a las playas de Ipanema y Copacabana. Es realmente muy agradable pedalear por la ciclorutas de las playas y alrededores. Rio es una ciudad con una fuerte cultura deportiva (no en vano será la sede de las próximas Olimpiadas), en donde muchas personas aprovechan los variados espacios de esparcimiento que tiene la ciudad para ejercitarse. Después de pasar por las playas era hora de volver al apartamento de Marlos y Roger, punto en el que totalicé 110 Km rodados en esa jornada. El día siguiente volvería a la playa, pero sin bicicleta en esta ocasión. Se disfruta mucho de un día de playa, brisa y mar cuando vienes de una ciudad en donde el mar está a varios cientos de kilómetros de distancia.

De esta forma aproveché mi viaje rumbo a Porto Alegre para dar un paseo en bicicleta en la bella capital Carioca. Agradezco a mis amigos Roger y Marlos por haberme ayudado a realizar este sueño de rodar en la capital de la samba.

De nuevo con el equipaje en la bicicleta, fui hasta el aeropuerto Galeão para tomar mi vuelo rumbo a la capital Gaucha.

En el siguiente relato contaré un poco de mi experiencia en la ciudad de Lajeado.

I. En barco por el río Amazonas



Como comenté en la sección Quién Pedalea? de este Blog, para presentar mi trabajo de grado debía viajar a la ciudad de Lajeado en Brasil. Para llegar a Lajeado desde Bogotá, se puede tomar un vuelo hasta la ciudad de Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande del Sur y luego tomar un bus en la terminal de transporte de esta ciudad hasta Lajeado. De Lajeado a Porto Alegre hay aproximadamente 120 Km de distancia. El costo de un pasaje aéreo desde Bogotá hasta Porto Alegre cuesta en torno de $1'200.000 o más (solo ida). Teniendo en cuenta este valor, me di a la tarea de consultar si existía otra alternativa para llegar a esa ciudad gastando el mismo dinero y aprovechando para conocer un poco más. 

Una amiga de España me contó su experiencia de entrar a Brasil en la ciudad colombiana de Leticia, viajando después en barco por el río Amazonas hasta la ciudad de Manaus. Esta experiencia me llamó mucho la atención y decidí tomarla como punto de partida para mi viaje. Mi interés por saber más sobre este viaje me llevó a conocer el libro “Amazonas el Río por Primera Vez... y para siempre”, del autor Mynor Schult, el cual, junto a los consejos de mi amiga, me fue de bastante utilidad. Consulté precios y encontré pasajes de avión de Bogotá a Leticia desde $140.000. Mi amiga me contó que el viaje en barco costaba unos $160.000 y duraba 4 días con comida incluida. Ahora me faltaba definir la ruta hasta Porto Alegre. Consulté pasajes desde Manaus hasta Porto Alegre y encontré buenas opciones con escalas en São Paulo y Rio de Janeiro. Visité la ciudad de Rio de Janeiro durante el año de intercambio que cursé en Brasil y quedé fascinado. Sin duda sería muy agradable pasar nuevamente por esta ciudad. El valor de los dos pasajes totalizó unos $700.000, precio razonable si se tiene en cuenta que el trayecto a realizar cruza Brasil de norte a sur. Hasta aquí, excedía un poco el dinero que en principio iba a gastar viajando directamente desde Bogotá, sin embargo, los atractivos en medio del camino valían la pena. 

Para organizar las fechas de los vuelos Bogotá-Leticia y Manaus-Rio de Janeiro me basé en la duración del viaje en barco y también en los días de salida (miércoles y sábados) de este desde el puerto de Tabatinga, ciudad brasileña que limita con Leticia. También tuve en cuenta las fechas del calendario académico de mi Universidad, a donde debía enviar la nota obtenida en la sustentación del trabajo y mi intención de pasar unos días en la capital Carioca. 

Teniendo definido mi itinerario dedes Bogotá hasta Porto Alegre y con la intención de pedalear desde esta ciudad hasta Lajeado, embarqué rumbo a Leticia el martes 26 de Junio de 2012. Debido al horario de salida del barco, la diferencia de horario entre Leticia y Tabatinga y también al horario de arribo del vuelo a Leticia, es necesario viajar el día anterior a la salida del barco. Después de un corto vuelo de un poco más de una hora, arribé al aeropuerto de Leticia, donde armé mi bicicleta y me dirigí rumbo a Tabatinga (realizando en el camino los respectivos trámites migratorios) para buscar el pasaje para el barco, el cual saldría al día siguiente,. No pude comprar el pasaje para el barco ese día, pues me dijeronque solo los venderían en el día partida. Aproveché entonces para almorzar y también para comprar una hamaca, la cual sería mi cama durante el viaje. 

Volví a Leticia para buscar un lugar de acceso Internet y reportarme en casa vía Skype. Si bien llevo conmigo un localizador satelital (SPOT) que informa a mis familiares y conocidos donde estoy y que estoy bien, una llamada alivia aun más el corazón de mi madre y por supuesto, el mio también. Una vez reportado en casa, comencé a buscar un lugar para acampar (cuánto más dinero pueda ahorrar aprovechando el equipo de camping que llevo, mucho mejor). Pedí el favor en una Iglesia con amplias instalaciones, pero desafortunadamente no me concedieron permiso de colocar mi carpa en ese lugar. Continué mi búsqueda y llegué a la UNAD (Universidad Nacional Abierta y a Distancia), en donde hablé con uno de los directivos y recibí aprobación para pasar una noche en las instalaciones de la misma. 

Después de instalar el campamento, tomar un refrescante baño y cenar, me quedé conversando sobre el viaje que estaba realizando con un estudiante de esta Universidad y el celador de turno. Me acordé en ese momento de una frase de una película que vi y que seguramente muchos conocen o han escuchado por ahí: “La felicidad solo es verdadera cuando es compartida”. Realmente es muy grato compartir tu experiencia con otras personas. De hecho, es por eso que me animo a escribir este relato y compartirlo a través de este Blog. 

Comienza un nuevo día, agradezco en la UNAD por permitirme pasar la noche ahí, alisto mis cosas y me dirijo rumbo al puerto de Tabatinga. Después de pedalear algunos Km llego en frente del barco, que ya estaba siendo abordado por varios pasajeros y compro el tiquete para el viaje por un valor de R$170 (reales). Pensé en aprovechar parte del tiempo que iba a pasar en la larga fila de embarque para empacar mi bicicleta en la maleta que tengo para transportarla. Sin embargo, después de ver lo minucioso que era el proceso de revisión de equipaje por parte de la Policía Federal brasileña, preferí subir al barco con la bicicleta armada y organizar todo después de la requisa. Tuve que mostrar cada uno de los elementos que llevaba (sección Equipamento del Blog), por lo cual tuve un buen tiempo para entretenerme empacando todo de nuevo. Ya con todo organizado, solo restaba lindar la hamaca y esperar la partida del barco. 

En horas de la tarde comienza a moverse el barco en medio de un intenso calor. Parlantes colocados en distintas partes dan la bienvenida a los pasajeros, informan sobre los servicios que estarán disponibles durante el viaje (alimentación, bar, sanitarios...) y el tiempo estimado que durará (4 días, 3 noches). Apenas en las primeras horas de viaje el paisaje que se aprecia durante el trayecto descresta con un imponente y profundo atardecer, simplemente hermoso. A eso de las cinco de la tarde (hora de Manaus) comienza a ser servida la cena. El menú es compuesto por, pasta, frijol, arroz, ensalada, carne y bebida (mismo menú del almuerzo), dispuesto en una modalidad de sírvase usted mismo (las veces que considere necesario) y teniendo como advertencia que quien deje comida en el plato será penalizado con R$3. 

El barco cuenta con tres pisos, de los cuales es posible lindar la hamaca en los dos niveles inferiores. En el tercer piso hay un bar, un salón de belleza y una sala de oración (todos los días a las siete de la noche hay misa). Si se escoge dormir en el primer piso, es recomendable ubicarse lo más cerca posible de la proa del barco, ya que es donde se está más alejado del motor de este. Ya en el segundo piso, el ruido es menos perceptible. La primera noche en la hamaca transcurre en medio de una pequeña brisa. Acostumbrado con el sonido del motor del barco, este se convierte en parte del viaje y no interfiere en la conciliación del sueño. 

Al día siguiente, el desayuno es servido a eso de las siete de la mañana. Café, leche, pan, galletas y mantequilla conforman el menú. Después del desayuno, leer, contemplar el paisaje, escuchar música, o conversar con los otros pasajeros del barco son las actividades a realizar mientras pasan las horas. El bar del tercer piso está abierto desde horas de la tarde, siendo cerrado antes de la media noche. A ritmo de Vallenato y Forró (con un volumen bastante alto), algunos pasajeros comparten unas cervezas en este lugar. Desde este piso del barco también se puede disfrutar de los bellos atardeceres que el Amazonas ofrece, visualizando desde la popa la puesta del sol junto a la estela que el navío deja en las aguas del río. A grandes rasgos, es de esta forma como transcurren los relajantes días de viaje. 

Si bien el trayecto hasta Manaus tarda 4 días, para quién desee continuar viajando desde esta ciudad hacia otro punto de Brasil será mejor dejar un día libre entre la llegada estimada del barco y la salida del siguiente viaje. Comento esto pues en el tercer día de viaje el motor del barco sufrió una avería, quedando parado durante casi un día en frente del poblado de Amaturá. El intenso calor (unos 40° C) hizo que en vistas de la demora en la reparación del motor, varios de los pasajeros no lo pensaran dos veces para darse un refrescante baño en las aguas del río. 

Después de cinco días de viaje, temprano en la mañana del Domingo 1 de Julio se avista la ciudad de Manaus. Una vez en el puerto de esta ciudad, armé mi bicicleta y me dirigí rumbo al aeropuerto de la ciudad. Como mi vuelo para Rio de Janeiro saldría a las cuatro del día siguiente, pedí un mapa en el punto de informaciones turísticas y dispuse del resto del día para conocer un poco de la capital del Estado brasileño de Amazonas. En total, rodé unos 60 Km en esta ciudad bajo un intenso calor, volviendo al aeropuerto en horas de la noche.